Conozco una camarilla de gente a la que le interesa de sobremanera aparecer nominada y premiada en cuánta cosa hay. Opinólogos de televisión que mandan mensajes en Facebook a quienes los conocen rogándoles que voten por ellos, noteros de farándula haciendo campañas más fomes que sus notas y tratando de ser más figura que sus entrevistados. En fin… Una seguidilla de mediocridad figurona que me asquea casi tanto como esos asesores comunicacionales que inspiran teleseries nocturnas o columnistas que se autopromocionan todo el día. O ese viejo gritón y malas pulgas que se cree mejor que el resto y que no salva a nadie, uno que sale en CHV... Y ni hablar del animador omnipotente que pierde credibilidad en forma preocupante.
El otro día conversaba con alguien en twitter. Y hablábamos del autobombo. El estilo Piñera, la nueva forma de gobernar y de ser periodista, de creerse influyente, de sentirse trascendente…
Las redes sociales me han abierto un mundo de personas, costumbres, ritos y afectos especiales, distintos y sinceros. Y lo mejor de todo es reírme con desconocidos de la necesidad de ser alguien de tantos que no entienden y no dimensionan lo valioso del anonimato. Tengo que reconocer que gran parte de quienes me siguen y que sigo jamás me conocieron ni yo a ellos. Sólo nos juntamos en camarillas mostrando con ello algo de lo que somos. ¿Influyentes?, ¿anarquistas?, ¿intelectuales?, ¿taquilleros?, ¿o simplemente nadie?
Yo te sigo y te conozco perfectamente, ¿creo?..... y no soy influyente ni anarquista, pero he tenido la fortuna de crear tendencia (otra nueva palabra al argot del landaeta) Los creadores de tendencias, un abrazo.
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