Le tenía miedo al rechazo colectivo... A la burla despiadada, a la crítica chaquetera. Por eso me pongo el parche de entrada. Sólo quiero levantar la voz. Aguda y penetrante, como dice un amigo por ahí... Perturbadoramente anárquica, como dice otro...
Quisiera mandarme un manifiesto como el de Virginie Despentes: "Escribo para las putas, para los olvidados, los que fueron a parar a la cárcel". Aunque en realidad, preferiría decir que escribo sólo para mí y esa manga de idiotas narcisistas que me acompaña en cada viaje.
Vivir se hace un episodio engorroso y explicarlo, aún más. No libera fantasmas, ni manifiesta opciones. Es sólo el pajeo constante de quien elige gastar su tiempo en sí mismo. Al menos eso pasa conmigo. Entre emborracharme, drogarme o estirar las manos, elijo escribir. Si es drogada o borracha, también.
No le temo al desnudo, tengo algo de exhibicionista aunque prefiero el voyeurismo.

Tengo la mezcla del que escucha a Sepultura, Siniestro Total, los Angeles Negros y Spinetta. Soy punk, tan punk como Syd y Nancy, tan punk como Joe Ramone e Ida María. Y tengo el culo grande... Bien grande.

Cuando era chica, me molestaban en el colegio y me daba vergüenza. Este país de mierda siempre te acompleja. Pero tuve la suerte de crecer lejos de esta cárcel de cordillera y mar. Y me dí cuenta que mi culo vale más que las propinas de Farkas. Y lo disfruto tanto como pertenecer al mundo real y cibernético al mismo tiempo, tanto como tomarme fotos con mis hijas o comer papas a la huancaína.

Ahhh y me enamoro de cosas simples. Me enamora una sopa rica, una sonrisa, unos ojos brillantes, una buena charla, un paseo.... Ah y la música! la música es mi vida. Quiero alguien que me contenga y no alguien que me mantenga.

Tengo mucha suerte, soy bipolar. Hoy quiero tener un blog, mañana no tengo idea.

¿Vamos a cazar fantasmas, recuerdos percudidos y añoranzas épicas? Si se frena el Tagadá, la tarde se vuelve gris... Vamos por ese vértigo!!!

martes, 11 de enero de 2011

domingo, 9 de enero de 2011

Siguiendo la moda

Hace unos meses a varios conocidos les dio por leer a Loriga, el mino de la Rosenving, un flacuchento escritor de buena pinta que revolucionó a España como icono de una literatura pretenciosa, ácida en lo superficial y sin mucha consistencia.
Lóriga también fue colaborador de Almodovar en alguna de sus películas, o creo que sólo en carne trémula, no recuerdo bien. Pero como siempre, llegamos tarde a todas, agarramos al sujeto como una moda cuando ya estaba a años luz de ese inspirador momento, que sólo le duró 150 páginas de uno de sus libros.
Y varios amigos enfilaron hasta una taquillera librería donde el vendedor es más artista que los autores de los libros que vende, convencidos de estar tras la pista de un grande.
Lo sé, no puedo hablar de alguien sin leerlo. Eso es poco serio y yo soy muy seria. Así que le hinqué el diente a Héroes, una basura snob escrita para snobs. Sobrevalorado como el mismísimo autor. Lo detesté pero entendí por qué Lóriga es moda, es como escuchar a Manuel García o ver el late de Schaipacasse. Es lo que se lleva.
Me exorcicé. Agarré la bio de Cristobal Jodorowsky que me regaló un amigo sólo porque sí y la encontré inspiradora y sincera. Recomendable. El collar del tigre. Yo soy de las personas que demora meses en terminar un libro y que casi siempre lee de a cinco al mismo tiempo. Pero a Cristóbal lo leí en solitario y cuando lo terminaba, nuevamente Lóriga llegó a mis manos. Es más, comencé el 2011 leyendo a Loriga. Y lo leí porque me pareció bastante más interesante y honesto en El hombre que inventó Manhattan, una serie de relatos cortos entretenidos y llenos de buenos personajes pero que dista en calidad de cualquier buen escritor.
Comencé el 2011 convencida de que Lóriga está sobredimensionado tanto como el cuarto de libra de Mcdonald. Prefiero el Burger King y me quedo con Despentes, una mina ácida de verdad. Lo siento, no soy tan taquilla.

El regalo




Me gusta mucho dedicar tiempo e imaginación a elaborar cosas. Adoro hacer regalos con mis manos. No soy muy diestra pero le pongo empeño. El último regalo que hice fue para alguien que cumplía años en diciembre. Nunca lo entregué.
El otro día ordenando mi depto encontré una caja llena de regalos especiales. De personas especiales para mí. Tenía la letra original de una canción hecha a mi medida por un músico que vive entre Chile y México, la partitura de contrabajo de un tema pop de una banda archireconocida, una foto de Mick Jagger corriendo por la playa de Punta del Este y un capítulo notable, en versión original, de Trippy. Un clásico de los 90 de la revista Trauko.
Los regalos así son tesoros, una parte del alma obsequiada a voluntad. Y qué heavy es que alguien te obsequie parte de su alma.
Le sumé a mi caja de regalos valiosos una foto tomada y revelada por el mismo sujeto que inspiró el regalo no entregado: un cuadro, su retrato en técnica mixta oscuro y sombrío pero lleno de brillo. En realidad, el año anterior le hice una correa de guitarra de piel de vaca sintética y cuero cortada, cosida y pegada con neoprén. Me demoré horas en hacerla y, como me sobró material, terminé armando otra igual para mi entonces novio. Esa es la gracia de los regalos, mientras algunos creen que te desgastaste sólo por ellos, elegiste no trabajar en serie pero sí duplicar el producto, para así darle una parte de tu alma a más de uno. mi abuela siempre me dijo que no era bueno poner todos los huevos en una sola canasta. (¿O lo vi en un comercial?)